jueves, 21 de mayo de 2015

La casa de las bellas durmientes

La casa de las bellas durmientes, es una novela del Japonés Yasunari Kawabata, donde se relatan varias historias- recuerdos del viejo Eguchi, el protagonista, quien acude al burdel que lleva por nombre el mismo de la novela en cuestión y que es, como lo afirma la mujer encargada, un lugar para evocar recuerdos y para reencontrarse con las más íntimas nostalgias que se producen, tal vez por la senilidad propia de la vejez.
En la literatura oriental se pueden percibir registros donde la importancia de los sentidos, las descripciones de las escenas y la sutileza con la cual se manifiestan  las cosas más delicadas de la naturaleza cobran gran significación; y esta novela no es la excepción, Kawabata hace un excelente trabajo a mi parecer, al reunir los aspectos antes mencionados de una manera que en lugar de cansar al lector por lo detallado de la narración, por el  contrario lo involucra tanto que lo hace partícipe de cada lugar, de cada momento, sueño o recuerdo e incluso le sugiere la evocación de sus propios recuerdos a través de los olores tan latentes que se manifiestan en la obra.
A saber pues, hay olores que nos trasladan a lugares porque las circunstancias en cuanto a la relación entre los mismos así lo sugieren, es decir el olor a leche materna, nos podría evocar a una madre, o a una hija, el olor de una flor en particular nos remite con mayor facilidad a un lugar determinado y así- asumo yo- se va dando la relación entre olores y momentos, tal y cómo pasaba con los recuerdos o sueños del protagonista. Pero, ¿cuál es el olor que se siente en el momento del encuentro entre Eros, Tánatos y Morfeo? Pues pareciese que todos se redimen en uno mismo, tal y como sucede en esta historia,  y que aunque yo recurra al mayor esfuerzo de mi sentido del olfato, es un olor que no puedo percibir.

Resultado de imagen para la casa de las bellas durmientes

La historia en cuestión deja abierta la pregunta, y alrededor de ella, todo lo relacionado con los sentidos. ¿A qué sabe?, ¿Qué textura tiene?, ¿qué sonido puede emanar de tal encuentro?, ¿qué aspecto tiene, cómo se nos presenta ante los ojos? Todas las respuestas a tales preguntas las podríamos descifrar, tal vez, en la escena final, la fatal muerte de la chica de tez morena, pues no sería para nada descabellado admitir que ella, podría adoptar la figura de la muerte, de Tánatos, y a pesar de su piel grasosa, áspera, su fuerte y penetrante olor, no podríamos decir con seguridad cuales son las sensaciones que se perciben mediante este trío amoroso, fatídico y onírico. Sólo queda la conclusión de que el amor, la muerte y el sueño, siempre serán los componentes para una velada perfecta donde no gana nadie más que su único protagonista, y éste no necesariamente tiene que ser el viejo Eguchi.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario